Vivir en el juego del Calamar y no saberlo
Vivir en el juego del calamar y no saberlo Vemos la serie mainstream en N*tflix y pensamos: Joder qué barbaridad. ¿Cómo puede llegar la gente
Vivir en el juego del calamar y no saberlo Vemos la serie mainstream en N*tflix y pensamos: Joder qué barbaridad. ¿Cómo puede llegar la gente
Cuando se cae Whatsapp, Facebook e Instagram nos hacemos dos preguntas: La primera de ellas es: ¿Cuándo se reestablecerá el servicio? La segunda: ¿recuperaré todo?
¿Sabes cómo va Tinder? Pues los negocios son como Tinder. Los mercados funcionan siempre igual:
Oferta – demanda – interés- venta.
A todos nos gusta la música, ir al cine y tomar cañas por el centro pero si eso es lo más relevante que puedes decir de ti date por jodido.
Hoy la polémica es si hay que ponerle la vacuna a la Selección o no.
Bueno, la verdad es que cuando oyes a tertulianos hablar de ética te da la risa.
Algunos dicen que es CUESTIÓN DE ESTADO. Que somos muy de fútbol los españoles.
¿Qué es justo? ¿Qué no lo es?
Era electricista pero también copy. No de profesión pero sí de cabeza.
Y una cosa lleva a a otra.
Resulta que se puso a buscar trabajo en la calle con un cartón dónde escribió esto:
Los delfines se pueden suicidar.
Vamos que lo sé porque lo he visto en Netflix.
No sé porque les ha dado por hacer docu series de este rollo:
– Que si el pulpo que es tu amigo.
– Que si Flipper fue el delfín que propició la muerte de miles de delfines.
Pues el delfín que hacía de Flipper fue el que conscientemente dejó de respirar.
Tuve un novio que tenía los dientes negros.
Era pequeño. De estatura y cuando los tenía.
Había discrepancia entre los progenitores y ambos se arrojaban reproches sobre la incidencia que causaba el mal.
Le Mojabas el chupete en azúcar, si es que esto tenía que pasar
Pero cómo puedes pensar que es culpa mía si esto es herencia de tu familia que ninguno llegó con su dentadura propia a los 35?
El tema es que fueron al médico a desempatar.
Es que hay que estar mal de la cabeza.
O ser un vago.
O peor.
Ser las dos cosas.
Cuando empecé a vivir en mi piso de Malasaña todo me gustaba.
El trajín y los sonidos del barrio.
La vida que desprendían las terrazas, la luz reflejada en esos edificios viejos de colores reconvertidos en moderneces de barrio cool, hasta los gritos de borrachos de madrugada tenían su aquel.
Eran los cierra bares, esa especie con la que me sentía tan identificada.
Me daban envidia al pasar y nostalgia por entender que mi vida ya no me permitía salir tanto de fiesta como me gustaría.
Tú no creas la demanda
La escuchas, la investigas, la trabajas pero no la creas.
No te inventas mercados.
Ni posibles mercados.
Oh, nadie más ha descubierto esta flor en el desierto, solo yo.
Hay un trozo de pastel que nadie sabe que existe. Lleva permanecido oculto todo este tiempo y nadie más lo ha visto.
Sí.
Ajá.
Seguro.
Cuéntame más…