El debate de las tentaciones

El debate de las tentaciones

Cuando vi el debate electoral me puse mis gafas de análisis y empecé a diseccionar a los candidatos.

Al principio hacía comentarios tranquilos:

Bueno oye esta propuesta tiene sentido, es que Madrid no está para teatros, es que, es que …

Después empecé a gritar a la TV.

Mi amiga Clara cerveza en mano tenía criterios diseccionadores diferentes.

Clara y yo teníamos mucho en común.

Vidas paralelas nos solíamos decir tras 5 vinos.

Clara era de esas personas que se cuentan con los dedos de media mano, de esas con las conectas y eres inmortal a las 5 de la mañana en el Tupperware de Malasaña.

Claro, esas uniones de universidad consolidan vínculos vitales, aunque yo solo hice dos.

Con ella me pasé 5 añitos de optativas y disgustos con matches (que entonces ni se llamaban así, se llamaba el -que-sólo -me- hace casito- a -veces).

También de chupitos y mañanas de ibuprofeno.

Ahora en época covid rememoramos eso con una nostalgia infinita.  

Ella se niega a que ese tiempo haya pasado. Yo también me niego, no le quiero dejar todo el marrón del síndrome de Peter Pan a ella.

Pues ya te haces una idea: Bebíamos y bebíamos, bailábamos y bailábamos.

Pues ella, mi alma afín, mi gemela no de sangre va y me dice:

• Hay que ver lo que está diciendo esta mujer.

Y yo no entiendo nada. ¿Estamos viendo lo mismo? ¿El l mismo debate electoral en el mismo salón?

Pues yo ya no sé.

Sí, sí. Es lo que me parecía pero joder: ¿Cómo puede pensar así?

¿Por qué se mueven resortes mentales distintos en su cerebro?

Pues los candidatos saben que hay que hablar para el que quiere escucharte porque todo lo que no le gusta te resbala. Por eso es imposible convencer a alguien con argumentos racionales por más que lo intentes. Hay un libro chulísimo que trata esto: «No pienses en un elefante», habla de comunicación política y marcos discursivos por si esto te interesa. 

Lo que digo.

Es que el mundo es para nosotros uno u otro muy distinto según nuestra visión y experiencias.

Lo que encaja con esa visión del mundo nos vale, nos lo creemos lo que no, ni lo escuchamos.

Por eso es tan importante conocer a los clientes como yo conozco a Clara, como si fuéramos siamesas separadas al nacer, para saber lo que quiere y dárselo. Entender su visión del mundo y adaptar nuestra comunicación a lo que el otro vive, siente y percibe.

¿Cómo hacemos esto?

Pues te lo cuento aquí.